miércoles, 11 de mayo de 2011

Carta de desahogo.

Querido político:
           
Me dirijo a usted sin importarme cuál es su nombre, ni su partido político, ni su ideología –si es que la tiene–. ¿El motivo? Su ignorancia. Y su indiferencia.
Intentaré ser lo más clara posible. Me llega a mis oídos una noticia que, no familiarmente, sino humanamente, me afecta. Y no sabe usted cuánto.


Un muchacho tiene un hijo de ocho años. Y una mujer joven y con ganas de vivir. No tiene trabajo y se encuentra desesperado. ¿Se encuentra? No, señor. Ese hombre no se encuentra desesperado; ya no. Ese hombre, ser vivo y ser humano, ¡como usted, fíjese! Tenía un hijo de ocho años. Tenía una mujer joven con ganas de vivir; ya no las tiene. No tenía trabajo. Pero, ¿sabe usted por qué, cuando hablo de él, ya no conjugo sus acciones en presente? Porque se ha quitado la vida, señor. Muy desesperado, ¡y muy hundido! debe encontrase un hombre para creer, hasta acabar consigo mismo, que no puede salir hacia delante.
¿Le afecta, señor? ¿O mientras lee este andrajo de escrito está pendiente de otros asuntos? Yo sé que es usted un señor ocupado, de ello no tengo duda, señor. Ingeniárselas para robar a un conjunto, como es la sociedad, y que casi nadie se dé cuenta de ello, ¡debe de llevar mucho tiempo planearlo! Pero usted no se ve hundido, ¿verdad, señor? Lo ajeno, lo demás... ¿le importa, señor?
No le acuso de ser el culpable de que ese hombre, por no tener trabajo, haya decidido trasplantarse de esta Tierra injusta, donde le ha tocado brotar, a otra... Sólamente me gustaría que, por un momento, cuando tenga usted tiempo, por ''su-puesto'', imaginara ser ese padre que no supiera cómo alimentar a su familia y una de las ''soluciones'' que le rondaran por la cabeza fuera quitarse la vida.
¿Le gustaría morir, señor? (Seré atrevida por contestar por usted, pero tampoco creo que pase nada; usted lo hace por mí la mayoría de las veces). No, señor, no creo que usted quisiera morir.
Permítame usted, pues, ser más atrevida aún: tampoco él hubiera querido morir. Pero ese hombre no fue un señor político y la situación que aconteció no le tocó vivirla como espectador, sino como protagonista de la historia.

Es usted quien mira a su alrededor y piensa estar viendo a actores haciendo su papel. Es usted quien disfruta derrochando mientras hay personas (vuelvo a repetir, como usted), que derrochan lo más importante que puede tener el ser ''vivo'': la vida. ¿Por que no le hace falta, señor? Más bien porque le falta, pienso yo. 
                                            
                                                                                         Sin más, atentamente una persona que llora, no por lo que le parece, sino por lo que es (a pesar de quien no lo quiera ver).

1 comentario:

  1. Madre mia...que pedazo de entrada, para cuando he podido leerla! Hasta gotas han salido de mis ojos...!)

    ResponderEliminar